Una de las posibles definiciones de éxito es:
“Circunstancia de obtener lo que se desea en el ámbito profesional, social o económico.”
En esta definición está, no solo una de las claves del éxito, sino la primera clave, el principio, el primer paso hacia el éxito: “obtener lo que se desea”.
¿Y qué es “lo que se desea”?
¿Qué deseas? ¿Qué quieres?
En este post te presento 2 sencillos ejercicios para descubrirlo.
Todo empieza por una sencilla pregunta: ¿Qué quiero?
¡Es asombroso el poder de esta pregunta!
Está demostrado que una característica fundamental de las personas exitosas es que tiene muy claro lo que quieren (al menos en el ámbito de su éxito).
De hecho, no tienes que buscar fuera para comprobarlo, encontrarás ejemplos en tu propia vida. Ya has tenido éxitos que nacieron de un deseo claro.
Te propongo un par de ejercicios para aprovechar el poder de esta pregunta y dar tus primeros pasos hacia nuevos éxitos:
Ejercicio #1 Hacerse esta pregunta en lo general y en lo específico.
Empieza por preguntarte cuáles son las áreas clave de tu vida: tus relaciones, tu salud, tu trabajo o negocio…
Y para cada una hazte esta pregunta ¿qué quiero?
Por ejemplo, en el área profesional puedes querer: dedicarte a una profesión, alcanzar cierta posición en la organización, emprender un negocio, alcanzar una cifra de ventas, etc.
Después repite el proceso para cada área clave de tu vida, por ejemplo para el área profesional, cuáles son las áreas clave de tu carrera profesional o negocio: tus ingresos, tu desarrollo, la conciliación…
Y nuevamente, para cada una ¿qué quiero?
Puedes repetir el proceso tantas veces como sea necesario hasta llegar a lo más específico.
Cuanto más exhaustivo el proceso, cuanto más específico el “qué quiero”, más probable el éxito.
Cuando te haces esta pregunta pueden darse las siguientes situaciones: muchas respuestas, ninguna respuesta o una respuesta clara.
Una respuesta clara: estupendo, Tienes claro lo que quieres. Ten presente, además, que en este ejercicio basta con un “titular”, ya que hay otras preguntas que sirven para desarrollar tu objetivo.
Un montón de respuestas: muy bien, anótalas todas. Cuando hayas acabado, cuando ya no se te ocurra nada más, intenta agruparlas siguiendo algún criterio, el que prefieras. Una vez agrupadas, prioriza, no te preocupes, no vas a renunciar a nada, simplemente se trata de procesar esos posibles objetivos de uno en uno. Ahora ya sabes por dónde empezar, ya tienes un “quiero…” (o un conjunto de “quiero…” relacionados de alguna forma) que es el que más o el que antes “quiero”.
Ninguna respuesta: Silencio, blanco, vacío… A veces pasa, la pregunta es sencilla, pero no siempre es fácil responderla. ¿Qué puedes hacer?
Tómate tu tiempo, unos minutos, horas o días si hace falta, puede que estés definiendo un rumbo que cambie tu vida ¿qué son unos días en ese caso?
Sal a dar un paseo, a veces el movimiento ayuda.
Anota cualquier cosa que te pase por la cabeza, aunque parezca una estupidez, quizá después puedas darle forma y lograr una respuesta que te guste.
O dale la vuelta a la pregunta, a veces no sabes lo que quieres, pero tienes muy claro lo que no quieres ¿Qué no quieres? ¿Qué te molesta? ¿Qué te resta energía? Haz una lista tal larga como sea necesario (si es muy larga, agrupa ideas). Y finalmente una nueva pregunta ¿Qué es lo contrario de lo que acabas de escribir? ¡Eso es lo que quieres!
Ejercicio #2 Hacerse esta pregunta a menudo y en lo cotidiano.
No es suficiente con hacerse esta pregunta una vez al año, o simplemente de vez en cuando.
Obviamente las respuestas en los niveles más generales, por ejemplo, qué quieres en el ámbito profesional o negocio, no cambian de un día para otro.
¡Pero cambian! A veces ni siquiera te das cuenta, y lo que querías ayer ya no es lo que quieres hoy. Esto ya te ha pasado.
Así que conviene actualizar las respuestas a esta pregunta a menudo.
Por otra parte, es una pregunta que conviene convertir en un hábito:
¿Qué quiero esta semana? ¿Qué quiero hoy?
Acostúmbrate a hacerte esta pregunta antes de empezar cada semana, cada día.
Incluso conviene hacerse esta pregunta para cada acción que emprendes:
¿Qué quiero de esta reunión? ¿Qué quiero de esta conversación?
Es una pregunta que conviene hacerse en lo cotidiano, cada día, varias veces al día.
Es una pregunta que previene la dispersión y la deriva, da rumbo, orienta la mente, te ayuda a canalizar tu energía y mantener el foco.
Por último, fíjate que cada vez que te haces esta pregunta obtienes la semilla de un objetivo, y toca trabajarlo como merece.
Relacionado: